Nunca dejes que tu día a día se igual

Creo que la única rutina que debe tener un escritor es escribir.

Como buena creativa, uso casi exclusivamente el lado derecho de mi cerebro, para mí la rutina es aburrida. Mi esposo, como buen ingeniero, tiene ese lado del cerebro casi virgen y entra en pánico con mi estilo de vida.

Cada día hago lo posible porque no sea igual al anterior. Lo único en lo que trato de ser disciplinada es en mi escritura.

Sí, soy un caos. Pero no hay un día aburrido conmigo –pobre excusa–.

Así como la rutina da orden y organización. Creo que el caos da creatividad y astucia.

Siempre le digo a mi esposo que nunca doy por sentado nada y siempre estoy alerta. Él responde “¡Por supuesto! ¡Porque sino no encontrarías ni tu computadora!”. Falso, siempre sé dónde está mi computadora.

Y debo aceptar que tiene razón, soy desordenada. Lo único ordenado en mi vida son los archivos de mi computadora. Lo lamento. No tengo excusas.

Pero algo les puedo asegurar, cada día –como dije antes– es diferente para mí.

Cuando trabajaba en la oficina y tenía un horario de trabajo, sentía que todos los días eran iguales. Quizá muchas de ustedes dirán que es algo psicológico, típico de una mente dispersa como la mía. Pero es verdad.

Para las que están a favor de este sentimiento y por necesidad y/o deber, tienen que estar en un trabajo donde la rutina las absorbe, no dejen que eso suceda.

La rutina mata la creatividad y más cuando nos dejamos vencer por ella.

Rutina

Uno de los ingredientes más importantes para escribir es la inspiración: Lee aquí mi entrada «Le llamamos inspiración»

Cuando trabajaba bajo un horario fijo trataba de cualquier manera que la rutina no me absorbiera.

En mis horas de almuerzo salía a tomarme un café y observaba a la gente. Imaginaba escenarios y situaciones. También tomaba los momentos libres para notar cualquier idea por muy pequeña que fuese.

Cuando tenía que viajar en el subterráneo me inventaba historias en mi cabeza. Ahí sucedían encuentros, reconciliaciones y hasta se terminaban relaciones.

Al llegar a casa trataba de hacer cosas diferentes y a diferentes horarios. Por ejemplo, nunca preparaba la cena a la misma hora –mi esposo casi moría de un infarto, para él la rutina era su forma de vida– bueno, hasta que se acostumbró. Ahora cuando sirvo la cena tres días corrido a la misma hora, me pregunta ¿Pasa algo?

Por fortuna, mi trabajo como diseñadora consistía en siempre hacer algo diferente.

Pero en los momentos que el día a día tenía que ser rutina, levantarse a la misma hora, salir de casa, llegar al trabajo, salir del trabajo, llegar a casa…

Por eso trataba de hacer algo diferente –dentro de lo que podía– para no caer en ese estilo de vida que me hacía sentir como un robot.

Siempre trato de estar alerta a lo que pasa a mi alrededor, invento historias en mi cabeza, no camino por el mismo camino de ida o regreso a casa, hago algo espontáneo, y trato de divertirme en lo que hago.

Porque como lectora he aprendido que siempre la historia cambia cuando hay un giro inesperado de los acontecimientos.

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