Pequeños regalos llenos de alegría, eso es lo que cada lectora nos da cuando nos leen.
En algún sitio leí que a la gente se le va la vida que pase una cosa grandiosa y no se da cuenta que la vida son Pequeños regalos.
Pequeños momentos de alegría, pequeños detalles como un atardecer, comerte un helado o incluso acariciar a un cachorro.
Debo confesar que yo pertenecía al primer grupo. Esperaba que en mi vida pasara una cosa gigante sin detenerme a apreciar los pequeños regalos que el universo me daba.
Lo mismo sucede (desde mi punto de vista) con la escritura.
Todos los escritores soñamos, y me incluyo, en que una gran editorial se fije en nosotros y nos firme por un contrato millonario y ser súper famosos.
Pero pocos nos detenemos a apreciar ese mail que nos envió un lector encantado con nuestra escritura o ese comentario en Amazon de la lectora todavía emocionada por nuestro libro.
Esos pequeños regalos que nos da esta profesión
Quizá una mención en twitter de alguien con pocos seguidores que leyó nuestro libro y lo recomienda.
Esos son los pequeños regalos, pequeños detalles que no debemos olvidar y debemos agradecer, porque son esos comentarios los que nos mantienen con los pies en la tierra.
Nos mantienen en contacto con las únicas personas que nos deben importar como escritores, nuestros lectores.
Siempre trato, en lo posible, de personalizar mi agradecimiento a mis lectores.
Quiero que sepan que cada día ellos me dan un regalo irrecuperable que aprecio desde lo más profundo de mi corazón, su tiempo.
Que una lectora me diga que pasó todo el fin de semana pegada a alguno de mis libros me hace agradecerle de manera infinita, más que su apoyo, su tiempo.
El tiempo que se toma en leerme para escribir su reseña en Amazon, en goodreads o para enviarme un tuit.
